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Prólogo a la edición española

La edición española del Capítulo F (V) sobre Trastornos Mentales y del Comportamiento de la 10ª edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud es fruto de un esfuerzo colectivo considerable. No se trata simplemente de la traducción de la versión inglesa, entre otras cosas porque no hay una versión inglesa, sino que han sido necesarias cinco sucesivas, para ir incorporando la experiencia de estudios de campo y de consultas internacionales. La versión española ha seguido el mismo proceso, de tal manera que los resultados de la investigación en lengua española han repercutido en la versión original en inglés. Además, estas investigaciones y consultas han repercutido en la propia traducción, en la que se han adoptado algunas decisiones importantes para satisfacer unos objetivos mínimos. Entre estos están: a) la correspondencia con la terminología psiquiátrica moderna e internacional representada por la CIE-10, b) la adaptación a un lenguaje técnico, es decir, preciso, y a la tradición psiquiátrica española y c) el superar en lo posible anglicismos y barbarismos tan frecuentes hoy día, sobre todo, cuando éstos no añaden nada nuevo a la precisión terminológica. A pesar de todo, la jerga psiquiátrica actual queda lejos de la tradición lexicológica de la medicina, que es de raíz griega. Es el precio que ha habido que pagar por la degeneración semántica de muchos vocablos y por el hecho que gran parte de la investigación nosológica actual nació en los EE.UU. de Norteamérica. A continuación se detallan algunas de estas decisiones.

En la versión española el vocablo trastorno se utiliza con mayor amplitud que en la inglesa, ya que por un lado define el ámbito de la nosología y por otro conserva la ambigüedad indispensable para incorporar los avances del conocimiento. Así, no todas las variaciones de la personalidad se incluyen en el Capítulo F (V) y por ello no se habla, por ejemplo, de personalidad histérica o paranoide. Sólo algunas de las personalidades con rasgos histéricos o paranoides alcanzan el grado de lo morboso. Dicho de otro modo, sólo algunas cumplen con determinados criterios diagnósticos. Cuando se cumple ésto, se habla de trastornos histéricos o paranoides de la personalidad. Los demás tipos y si acaso grados, de la personalidad no morbosos pero relevantes para la medicina, figuran en el Capítulo Z de la CIE-10 junto con otros factores que influyen en el estado de salud y en el contacto con servicios médicos.

Por otro lado, no tienen el mismo grado patológico el morbus Alzheimer, la neurastenia o la piromanía. Sin embargo, todos ellos son trastornos, con independencia de que en su día se conozcan mejor los fundamentos biológicos, psicológicos o sociales que condicionan su etiopatogenia. Trastorno es la única palabra que tolera ambigüedad en la CIE-10.

En castellano, como en otras lenguas latinas, la palabra delirio incluye el delirio confusional y el delirio esquizofrénico. La necesidad de distinguir delirium de delusion (o Delir y Wahn en alemán) ha obligado a utilizar delirium por un lado e ideas delirantes por otro. He de confesar que delusión contaba con mi agrado (si acaso por su adjetivo delusivo), pero el neologismo ya antiguo de Honorio Delgado no contó con un consenso suficiente. Por otra parte, tampoco resolvía el problema del delirio confusional, que hubiera tenido que llamarse delirium, y esta vez sin adjetivo unívoco (delirante pertenece a delirium y a idea delirante).

La decisión adoptada ha permitido no utilizar nunca la palabra delirio, y conserva la palabra delirante para idea delirante. Parecido problema plantea la palabra afectivo y trastornos afectivos tal y como se utilizan en el DSM-III. El DSM-III-r y la CIE-10 han adoptado la expresión Mood (affective) disordersMood, humor, es una palabra mucho más adecuada que afectivo y permite concebir estos trastornos de un modo menos restrictivo. Por eso, Bipolar affective disorders se ha traducido como Trastorno bipolar (y no como Trastorno afectivo bipolar) y la palabra afectivo aparecen siempre entre paréntesis.

La versión inglesa utiliza a menudo la palabra persistent, cuya traducción castellana podía ser crónico. Sin embargo, se ha preferido siempre que ha sido posible persistente por el matíz negativo de la cronicidad ("enfermos crónicos") y también por soslayar la tendencia o amenaza que existe en muchos países de excluir la patología crónica y residual del ámbito de la sanidad (por ejemplo de la competencia de los Ministerios de Sanidad) para pasarlos al de las prestaciones sociales. Esto sucede con los alcohólicos crónicos, con las esquizofrenias residuales, con el retraso mental, con la demencia del anciano o con la propia del SIDA. Con independencia del lugar donde reciben asistencia y de la entidad responsable de la misma, es cierto que la psiquiatría no puede cerrar los ojos a esta patología, por mucho que esté, hoy día, fuera del alcance de sus posibilidades terapéticas.

Ansiedad y angustia se utilizan como sinónimos en la CIE-10 (corresponden al inglés anxiety). En la mayoría de los casos figura ansiedad, ya que se utiliza con mas frecuencia en medicina en general. Angustia parece significar una mayor gravedad psiquiátrica, fuera del alcance de la experiencia y posibilidades de intervención del médico general y de especialistas no psiquiatras. Resulta sorprendente el éxito de la palabra pánico en castellano. Los enfermos con crisis de este tipo, cuando se esfuerzan en describirlas, sienten un súbito alivio a sus desvelos cuando se les pregunta: "¿Es pánico eso que Vd. siente?". "Efectivamente, eso es", es la respuesta inmediata. La palabra describe muy bien la angustia en la soledad de un espacio poblado, que es el sentido griego original. No sucede esto en francés o alemán, donde el vocablo está impregnado por la experiencia de los pánicos colectivos de las dos guerras mundiales.

Las secciones de psiquiatría infantil han abandonado muchas palabras tradicionales (dislexia por ejemplo) porque han sido utilizadas de manera muy poco precisa. Algo parecido sucede con autismo. La desventaja de tener que decir trastorno específico de la lectura o trastorno generalizado del desarrollo frente a dislexia o autismo se ve compensada por una mayor precisión. Bien es verdad que es frecuente que las clasificaciones se utilicen mal, es decir, tomando de ellas los nombres de los trastornos sin aplicar las pautas y criterios diagnósticos con precisión. Sería penoso que esto sucediera y que trastorno específico de la lectura no fuera un diagnóstico, una alforja, más preciso que dislexia. Por lo demás la versión española no ha presentado graves conflictos que no hayan podido ser resueltos. La experiencia de los estudios de campo realizados demuestra que su grado de aceptación, de comodidad de uso y de fiabilidad inter-examinador son análogos a los de la versión en otras lenguas. Es de esperar que estas cualidades persistan en el futuro. Piensen aquellos que se decidan a utilizar la CIE-10 que se trata de un instrumento para el conocimiento y para fundamentar decisiones clínicas que ha sido definido como lenguaje universal de la psiquiatría. Se trata, en mi opinión, de un paso de gigantes en estas postrimerías del segundo milenio.

Juan J. López-Ibor Aliño

Director de la sede del Centro Colaborador de la O.M.S. para Investigación y Enseñanza en Salud Mental para España, en el Hospital Ramón y Cajal (Madrid).